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domingo, 23 de octubre de 2011

Caperu

Este cuento pertenece al libro "Cuentos en verso para niños perversos" del excepcional autor Roah Dahl.

                                                 Estando una mañana 
                                        haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa
 al señor Lobo, 
así que, para echarse algo a la muela, 
se fue corriendo a casa de la abuela.
<<¿Puedo pasar, señora?>>, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: <<¡Este me come de un bocado!>>. 
Y, claro, no se había equivocado:
 se convirtió la abuela en alimento
 en menos tiempo del que aquí te cuento. 
Lo malo es que era flaca y tan huesuda 
que al lobo no le fue de  gran ayuda: 
<<Sigo teniendo un  hambre aterradora… 
¡Tendré que merendarme otra señora!>>. 
Y, al no encontrar ninguna en la nevera, 
gruñó con impaciencia aquella fiera:
<<¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la selva 
–que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no es España–. 
porque no se viera su fiereza, 
se disfrazó de abuela con presteza,  
se dio laca en las uñas y en el pelo, 
se puso gran falda gris de vuelo, 
zapatos, sombrerito, una chaqueta 
y se sentó enespera de la nieta. 
Llegó por fin Caperu a mediodía 
y dijo:<<¿Cómo estás, abuela mía? 
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!>>. 
<<Para mejor oírte, que las viejas 
somos un poco sordas>>.
<<¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!>>.
 <<Claro, hijita, son las lentillas nuevas que me ha puesto 
para que pueda verte Don Ernesto 
el oculista>>, dijo el animal 
mirándola con  gesto angelical 
mientras se le ocurría
que la chica iba a saberle mil veces más
rica que el racho precedente. 
De repente Caperucita dijo: <<¡Qué
imponente abrigo de piel llevas este invierno!>>.
 El lobo, estupefacto, dijo: <<¡Un cuerno! 
O no sabes el cuento o tú me mientes: 
¡Ahora te toca hablar de mis dientes! 
¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa, 
te comeré ahora mismo y a otra cosa>>. 
Pero ella se sentó es un canapé 
y se sacó un revólver del corsé, 
con calma apuntó bien a la cabeza 
y – ¡pam! – allí cayó la buena pieza
Al poco tiempo vi a Caperucita 
cruzando por el bosque… ¡Pobrecita!
 ¿Sabéis lo que llevaba la infeliz? 
Pues nada menosque un sobrepelliz 
que a mí me pareció de piel de un lobo
 que estuvo una mañana haciendo el bobo.

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