Ésta es una mochila liviana, que no sobrecarga la espalda, que fortalece la mente y el corazón.
Bienvenido-Welcome
Bienvenido a este blog. Especialmente tú, que eres uno de los jaimesdecristal de tercero.
Bienvenidos también aquellos que lo fueron.
viernes, 11 de diciembre de 2020
viernes, 6 de noviembre de 2020
Gramática: análisis morfológico
Pinchando en el folio te llevará a los ejercicios de gramática que está haciendo el bueno de Carmelo Coloretes.
jueves, 5 de noviembre de 2020
Matemáticas 6º E. Primaria
Lengua
La palabra "lengua" es una palabra polisémica, es decir, tiene varios significados. La que ves es conocida gracias a un grupo llamado Rolling Stones. No me refiero a ese sentido de la palabra. Hablo de la asignatura de lengua. Si haces click en la punta de la lengua te llevará a un montón de actividades para practicar lo que se ha estudiado en clase. Tan solo hay unos 400 ejercicios. ¡Tanto gusto!
Cómo sacar el máximo común divisor. Secundaria
Cómo sacar el mínimo común múltiplo. Secundaria
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Los clavos
Los clavos |
Había un niño que tenía muy mal carácter. En
cuanto alguien le llevaba la contraria perdía la paciencia y se ponía a
discutir. De hecho, por su forma de ser, se estaba quedando sin amigos.
Él se daba cuenta pero no sabía cómo podía
cambiar, así que le pidió ayuda a su padre.
-¿Podrías ayudarme a tener mejor carácter, a
ser más amable?
-Mira, vamos a hacer una cosa. Te voy a dar
este martillo y esta bolsa con clavos. Quiero que cada vez que te enfades, que
discutas con alguien, que pierdas la paciencia... claves un clavo en esa puerta
de ahí.
-Vale -contestó el hijo sin saber muy bien si
eso serviría para algo.
El primer día el niño clavó nada más y nada
menos que 30 clavos detrás de la puerta. El segundo día intentó controlarse y
consiguió clavar solo 25. El tercer día clavó 20 y así, poco a poco, comprobó
que cada vez necesitaba usar menos el martillo, que estaba consiguiendo
controlar sus enfados y discusiones.
Y llegó el día en el que no clavó ninguno.
-¡Ya está, ya lo he conseguido! -le dijo a su
padre- Hoy no he clavado ningún clavo.
-Muy bien, pero aún no hemos acabado, ahora
debes quitar un clavo por cada día que pase sin que te enfades.
Fueron pasando las semanas, los meses... hasta
que en la puerta ya no quedaba ni un solo clavo.
-¡Papá, papá, ven, ya no queda ni uno! -le
dijo con alegría.
-Muy bien, hijo, has hecho un gran trabajo. Estoy muy orgulloso de ti. Felicidades.
Eso sí, ten en cuenta que esa puerta
nunca volverá a ser la misma.
miércoles, 28 de octubre de 2020
domingo, 18 de octubre de 2020
Mundo Primaria
Cuento: "El anillo"
El mensaje del anillo
Durante tres días y tres noches, nadie durmió en el palacio. Todos querían ofrecer la mejor frase a su emperador, un hombre generoso que sabía recompensar a los que le servían bien.
Le presentaron tratados de astronomía, textos en arameo y fórmulas matemáticas de gran complejidad. El emperador las rechazaba desesperado: ¡solo necesitaba dos o tres palabras capaces de dar aliento! Y ninguno de sus sabios lograba encontrarlas.
—Señor, sé que no sé nada, soy solo un humilde labrador —le interrumpió un anciano—, pero a veces se sabe más por viejo que por inteligente. En mi larga vida he conocido a mucha gente que ha pasado calamidades. He perdido cosechas, pastores a los que los lobos habían matado todo su ganado…
El emperador prestaba atención al campesino, que continuó:
—Pero lo más maravilloso que me ha sucedido fue la visita de un peregrino al que di cena y lecho. A la mañana siguiente, para agradecerme mi hospitalidad, me dio un mensaje que me ha sacado de todos los apuros. Os lo puedo dar…, pero debéis esconderlo en el anillo y leerlo solo cuando no encontréis salida a una situación, cuando todo lo demás haya fracasado.
Impresionado por aquella historia, el emperador aceptó el mensaje misterioso, que estaba cuidadosamente doblado y lacrado. Lo entregó al joyero para que lo situara bajo el diamante y se olvidó del asunto.
Un año después, el país fue invadido y el gobernante tuvo que huir solo a caballo. Tras cruzar un bosque y escalar una escarpada montaña, se encontró frente a un precipicio con los enemigos cortándole la salida.
Al pensar que el final había llegado a buscarlo, se acordó del anillo que llevaba puesto desde aquel día en su dedo anular.
Arrancó el gran diamante y desplegó el papel que el campesino le había entregado con tanto cariño: «ESTO TAMBIÉN PASARÁ».
El emperador se dijo que era cierto. Tanto si lo mataban como si caía por el barranco, el mal trago acabaría pasando.
Mientras pensaba en todo esto, se hizo el silencio y una paz suave pareció llenarlo todo. ¿Sus enemigos se habían perdido por el bosque? ¿O tal vez habían decidido retroceder porque se habían desanimado? Guardó con cuidado el papel en el interior del anillo y se sentó al borde del precipicio lleno de calma.
Una hora después, un grupo de soldados fieles acudieron a su rescate y le explicaron que el ejército enemigo se había dispersado tras surgir una pelea entre dos cabecillas. Sus hombres habían aprovechado para reconquistar el territorio y la paz volvía a reinar en el país.
Decidió celebrar su victoria a lo grande: invitó a todo su pueblo a una semana de banquetes, torneos y bailes. Se asomó al balcón de palacio para recibir los aplausos de su pueblo. Allí estaban todos: grandes y niños, mujeres y hombres, ¡incluso los gatos y perros!
Sin embargo, lo que el emperador deseaba era reunirse con el labrador para agradecerle aquel regalo de tres palabras que, poniendo serenidad en su corazón, le habían salvado la vida.
Al caer la noche, montó en su caballo y fue en su busca para entregarle un regalo y devolverle el mensaje del peregrino, ahora que habían vuelto la paz y la prosperidad.
Pero el labrador le dijo:
—¿Quién te dijo que este mensaje era solo para los malos tiempos? Su verdad es clara y sirve tanto para los malos como para los buenos tiempos.
Sin entender qué le había querido decir con eso, el emperador volvió a leer el mensaje: «ESTO TAMBIÉN PASARÁ».
—Nada permanece, todo pasa —dijo el labrador—, lo malo y lo bueno. Las cosas que nos suceden y también las emociones que nos provocan. La alegría y la tristeza, el miedo y la seguridad, el dolor y la felicidad… son caras de una misma moneda: nuestra vida. Hay que vivir el momento y saber aceptarlos por igual.
Cuento: "El oso"
El oso
Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído.
El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayó el sol un guardián de la cárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de comida con la cuchara y mirando al guardián de la cárcel dijo – Pobre del zar.
- El guardián de la cárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, - dijo- pobre de ti. Tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana por la mañana.
- Sí, lo sé pero mañana por la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el zar perderá la posibilidad de que su oso, la cosa que más quiere en el mundo, su propio oso, aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardián de la cárcel sorprendido.
- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento:
¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!
El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a hablar!!
- Me gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un silencio, y preguntó: ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la inteligencia del oso... -dijo el sastre-.
- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia no podrá sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estaréis bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta... Desearás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.
El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.
- No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años el oso no habla...
– Alteza... -
La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años.
En dos años... – siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!
Cuento: "El caballo salvaje"
¿Buena o mala suerte?
No obstante, lo que maravillaba a todo el mundo era que Juang Hi siempre estuviera tranquilo.
Una noche que el cielo se enfadó y lanzó rayos y truenos sin parar, un caballo joven, salvaje y fuerte llegó hasta el establo buscando protección. Estaba herido.
Juang Hi, que era muy compasivo, lo cuidó con esmero. El caballo, agradecido, se quedó con él y con su hijo en el establo.
Todos los vecinos, que los querían, se alegraron de corazón porque su suerte por fin había cambiado. Acudieron a felicitarle y a ver el animal, que era un purasangre y valía mucho dinero.
Juang Hi siguió tranquilo y respondía siempre lo mismo:
—¿Buena suerte o mala suerte? ¡Nunca se sabe!
Sus vecinos no lo entendieron y la vida fue pasando.
Tras un par de semanas, el caballo, acostumbrado a la libertad, acabó huyendo. Juang Hi se encogió de hombros, entendiendo que el animal añoraba los campos.
Todos los vecinos se entristecieron y fueron a ver al desdichado para consolarlo. Él los recibió a todos con la misma frase:
—¿Buena suerte o mala suerte? ¡Nunca se sabe!
Algunos empezaron a creer que estaba perdiendo la cabeza. Aquello no tenía sentido.
Un mes después, el caballo regresó para asombro de todos. El invierno se acercaba y el animal añoraba a sus amigos humanos, la seguridad del establo y el calor. Y traía con él a toda su manada: dos yeguas embarazadas, tres potros jóvenes, cuatro crías y otros dos caballos jóvenes…
Nadie se podía creer aquello. ¡Qué milagro! Aquel pobre hombre se había vuelto riquísimo. Si vendía aquellos caballos o los alquilaba para trabajar, podría pasar el resto de su vida sin preocuparse por nada. Ni él ni su hijo. Eso le decían todos sus amigos.
Él les sonreía y volvía a repetir:
—¿Buena suerte o mala suerte? ¡Nunca se sabe!
Después de aquello, no quedó un solo vecino que no estuviera convencido de que él estaba chiflado.
«Debe de ser por tantas penas», opinaban unos. «¡Demasiados cambios!», opinaban los otros. Él no decía nada.
Al día siguiente, mientras su hijo limpiaba la herida de uno de los caballos salvajes, este se asustó y, sin querer, le dio varias coces. Era joven y no controlaba su miedo.
—¡Esto sí que es mala suerte! —se lamentaron todos los vecinos.
Estaban horrorizados, indignados y muy preocupados. Todos menos Juang Hi.
—¿Buena suerte o mala suerte? ¡Nunca se sabe!
Una semana después, un regimiento de soldados entró en el pueblo. Había estallado la guerra y obligaron a todos los hombres jóvenes a empuñar un arma y a irse con ellos. Al entrar en el establo y ver al hijo de Juang Hi tendido en la paja vendado de los pies a la cabeza, decidieron no llevárselo.
Aparte del chico, solo las mujeres, los niños pequeños y los ancianos se quedaron en el pueblo, y fueron al establo de Juang Hi para quejarse de su mala suerte al perder a padres, hijos y maridos.
—¡Qué buena suerte la tuya y la de tu hijo! —exclamaron.
Y él, sin dejar de cepillar a su primer caballo, respondió:
—¿Buena suerte o mala suerte? ¡Nunca se sabe!
viernes, 16 de octubre de 2020
Cuento: "El tazón de madera"
Un hombre ya muy mayor, al ver que no podía
valerse por sí mismo, decidió irse a vivir con la familia de su hijo.
Los años habían pasado y su vista estaba muy
cansada, caminaba muy lentamente y en muchas ocasiones le temblaba todo el
cuerpo.
Pero el gran problema venía cuando toda la
familia se sentaba a la mesa, pues a él le costaba masticar y eso le obligaba a
hacer mucho ruido cuando tenía la comida en la boca. Además, al coger los
cubiertos con sus manos temblorosas, muchas de las veces se le caían al suelo,
tiraba la sopa o derramaba toda el agua del vaso.
El pobre hombre se sentía tan inútil... sobre
todo cuando pensaba en lo fuerte y ágil que había sido de joven, en todas las
cosas que había conseguido hacer. No le gustaba nada ser tan dependiente de los
demás, pero no podía hacer otra cosa.
Un día, su nuera, convenció a su marido de que
no comiera con ellos.
-¡Ya no lo soporto más! -le dijo-, siempre hay
comida por el suelo, se moja la ropa, no deja de tirar cubiertos... y además,
mastica tan lento, que al final si decidimos esperarlo siempre llegamos tarde
al trabajo.
Finalmente, tras las continuas quejas de su
mujer, el hijo del anciano decidió ponerle una pequeña mesa en otro cuarto y
comprarle un tazón de madera.
Así, pensó, instalado en otra habitación ya
podrá comer a su ritmo, y con el tazón de madera ya no pasará nada si se le cae
al suelo, pues este no se romperá y no habrá que estar recogiendo los trozos.
Así pues, a los pocos días, el anciano comenzó
a comer solo en el otro cuarto. Aunque él no hablaba, sus ojos lo decían todo,
pues de vez en cuando miraba a su hijo y se le saltaban las lágrimas.
De hecho, a partir de aquel momento comenzó a
comer menos, no solo porque le costara más, sino por la tristeza de verse allí
solo, apartado de su hijo, de su nuera y, sobre todo, de su nieto.
La familia intentaba mirar hacia otro lado
como si no pasara nada y el único que de vez en cuando preguntaba por el abuelo
era el nieto. Pero las respuestas eran todas muy prácticas: así está mejor,
come a su ritmo, no se pone nervioso...
Fueron pasando las semanas hasta que un día,
los padres vieron como su hijo llevaba toda la tarde jugando con dos trozos de
madera, los había estado modelando a base de golpearlos aquí y allí.
-Vaya, ¿qué es eso? -le preguntaron.
-Esto es para vosotros.
-¿Ah, sí?
-Sí, estos son los dos tazones donde vosotros
comeréis cuando yo tenga mi familia y seáis mayores. Y así, yo estaré en el
comedor y vosotros podréis estar en ese rincón donde ahora come el abuelo.
A partir de aquel momento volvieron a comer
todos juntos.
Cuento: "Las estrellas de mar"
Una mañana de invierno, un hombre que salía a
pasear cada día por la playa, se sorprendió al ver miles de estrellas de mar
sobre la arena, prácticamente estaba cubierta toda la orilla.
Se entristeció al observar el gran desastre,
pues sabía que esas estrellas apenas podían vivir unos minutos fuera del agua.
Resignado, comenzó a caminar con cuidado de no
pisarlas, pensando en lo fugaz que es la vida, en lo rápido que puede acabar
todo.
A los pocos minutos, distinguió a lo lejos una
pequeña figura que se movía velozmente entre la arena y el agua.
En un principio pensó que podía tratarse de
algún pequeño animal, pero al aproximarse descubrió que, en realidad, era una
niña que no paraba de correr de un lado para otro: de la orilla a la arena, de
la arena a la orilla.
El hombre decidió acercarse un poco más para
investigar qué estaba ocurriendo:
-Hola -saludó.
-Hola -le respondió la niña.
-¿Qué haces corriendo de aquí para allá? -le
preguntó con curiosidad.
La niña se detuvo durante unos instantes,
cogió aire y le miró a los ojos.
-¿No lo ves? -contestó sorprendida- Estoy
devolviendo las estrellas al mar para que no se mueran.
El hombre asintió con lástima.
-Sí, ya lo veo, pero no te das cuenta de que
hay miles de estrellas en la arena, por muy rápido que vayas jamás podrás
salvarlas a todas… tu esfuerzo no tiene sentido.
La niña se agachó, cogió una estrella que
estaba a sus pies y la lanzó con fuerza al mar.
-Para esta sí que ha tenido sentido.
Cuento: "El hombre que plantaba manzanos"
Un viejo hombre, ya cercano a los noventa
años, llevaba toda la mañana preparando un pequeño trozo de tierra en el jardín
de su casa.
Había quitado las malas hierbas, había cercado
con unas maderas un trozo de terreno y, con una pequeña pala, estaba cavando
varios agujeros en el suelo.
Desde la casa de enfrente, su vecino lo había
estado observando desde hacía ya más de una hora. Finalmente, preso de la
curiosidad, se acercó para ver lo que hacía.
-Buenos días, vecino -le saludó.
-Buenos días -le contestó mientras abría una
bolsa de semillas y las iba depositando en los agujeros.
-¿Qué está usted haciendo?
-Ah, esto... es que voy a plantar unos cuantos
manzanos.
Su vecino no pudo contenerse y comenzó a reír
a carcajadas.
-Pero, ¿en serio espera llegar a comer las
manzanas que den esos árboles?
-Seguramente no -contestó el anciano-, pero
toda mi vida he comido manzanas de árboles que no he plantado.
Cuento: "La pulsera"
Un joyero venía observando ya durante un
tiempo, cómo una niña se detenía delante del escaparate de su establecimiento y
se quedaba mirando una bonita pulsera de oro.
Así pasaron varias semanas hasta que, un día,
la niña se decidió a entrar:
-¡Hola! -dijo la pequeña.
-¡Hola! -contestó educadamente el joyero-. ¿En
qué puedo ayudarte?
-¿Me puede usted enseñar esa pulsera que hay
en el escaparate, la dorada?
-Claro que sí -le respondió.
La niña la cogió y comenzaron a temblarle las
manos mientras la acariciaba con sus dedos. En ese momento el joyero pudo ver
cómo unas lágrimas de emoción brotaban de sus ojos.
-Es que me gustaría regalársela a mi madre,
pues hoy es su cumpleaños y me está ayudando mucho en mis estudios. Se pasa el
día trabajando, y cuando llega cansada por la tarde se queda conmigo haciendo
los deberes hasta que consigo entenderlos.
-Sí, seguro que le encantará, es preciosa -le
contestó el joyero.
-¿Cuánto vale? -preguntó la niña.
-¿Cuánto tienes? -le respondió el hombre.
La niña sacó una pequeña bolsa repleta de
monedas y las dejó sobre el mostrador.
-Es que he estado ahorrando durante muchos
meses.
-Bien, veamos qué hay por aquí... -contestó el
joyero mientras contaba el dinero- a ver... ¿no tienes nada más, pequeña?
-Bueno, sí, espere... -dijo mientras metía sus
manos en los bolsillos y continuaba sacando varias monedas más, un pequeño
billete arrugado, un anillo de plástico, un coletero rosa y dos caramelos de
fresa.
-A ver... creo que sí, creo que con esto será
suficiente -le respondió el joyero mientras recogía todo lo que la niña había
dejado en el mostrador- ¿Quieres que te la envuelva para regalo?
-¡Sí, sí!
-exclamó la niña ilusionada.
Tras unos minutos, el joyero le dio el paquete
y la pequeña se llevó la joya.
A la mañana siguiente, la madre de la niña se
presentó en el establecimiento con la pulsera en su estuche.
-Hola -saludó nada más entrar.
-Hola -le saludó también el joyero-, ¿en qué
puedo ayudarle?
-Verá, es que ayer por la tarde, mi hija me
regaló esta pulsera para mi cumpleaños y me dijo que la había comprado aquí.
-Sí, así es -contestó el joyero mientras la
observaba-, yo mismo se la vendí.
-Pero... pero creo que debe haber un error
porque... esta pulsera es de oro, ¿verdad?
-Sí, por supuesto, aquí solo vendemos
productos de primera calidad.
-Entonces no lo entiendo, mi hija jamás podría
pagar una joya así, no tiene tanto dinero, ¿cuánto le ha costado?
-Verá -le contestó seriamente el joyero-, en
este establecimiento tenemos por costumbre mantener la confidencialidad de
nuestros clientes, así que, sintiéndolo mucho, no puedo darle esa información.
-Pero... -protestó la madre.
-Lo que sí puedo decirle es que su hija pagó
por esta pulsera el precio más alto que puede pagar una persona.
-¿Qué quiere decir? -contestó la madre
preocupada.
-Su hija me dio todo lo que tenía.
Cuento: Las entradas del circo.
Una madre decidió celebrar el cumpleaños de su
hija llevándola a un circo que acababa de llegar a la ciudad.
La niña se sentía feliz y a la vez orgullosa
al ver que cada vez se iba haciendo más mayor.
Cuando por fin llegaron, se dirigieron a las
taquillas.
-¿Cuánto cuestan dos entradas? -preguntó la
madre.
-Tenemos dos precios: 10 euros para los
adultos y 7 euros para los menores de cinco años.
-Está bien -le dijo la madre mientras buscaba
en la cartera dinero para pagarlas-, entonces deme dos de adulto.
El hombre de la taquilla le entregó el cambio
y le dio las entradas.
-¿Sabe, señora...? Podría haberse ahorrado 3
euros, pues yo no me hubiera dado cuenta de que su hija tiene más de cinco
años.
-Sí, lo sé -contestó la madre-, usted no se
hubiera dado cuenta, pero ella sí.
Máximo común divisor
A la tía Clo le falta la tilde
domingo, 11 de octubre de 2020
Atildados
¿Diptongo o hiato?
Memoria fotográfica
domingo, 19 de julio de 2020
Graduación , junio 2020
Deberes para el verano
- Leed todo lo que podáis. Pero no leáis por obligación, leed porque queréis leer, leed algo que os guste, da igual lo que sea. Fijaos en lo que leéis y en cómo están escritas las palabras, eso os ayudará a no tener faltas de ortografía dentro de algunos años.Recordad que la lectura os hará aprender cosas increíbles en el futuro. Leed, hay libros, revistas, cómics, internet, ... leed sobre algo que os interese, pero no dejéis pasar esta oportunidad, recordad lo que hablamos de la gente común antes de la invención de la imprenta, la mayoría no aprendía en toda su vida a leer, pero vosotros que tenéis diez u once años ya sabéis. Aprovechadlo.
- No paréis de hacer preguntas, recordad que todas vuestras preguntas tienen una respuesta. Si nadie os la dice no paréis hasta encontrarla.
- Estas vacaciones, a principios de julio, haced una lista de cosas titulada "Cosas que quiero hacer antes de que termine este verano". Poned cosas que podáis hacer de verdad, que sean sencillas, que no cuesten dinero e intentad tachar todas las cosas de la lista. Yo la haré en unos días.
- Nunca dejéis de hacer deporte, sea de una manera o de otra. Manteneos activos. Apuntaos a un equipo de algún deporte, salid a correr, a andar en bici, a nadar, haced una marcha con la familia o simplemente jugad con vuestros amigos a alguno de vuestros juegos favoritos donde hagáis algo físico.
- Recordad este nombre siempre, Matthieu Ricard, y recordad que le nombraron el hombre más feliz del mundo, y que no es millonario ni tiene grandes mansiones, ni siquiera tiene coches, recordad que ha vendido millones de libros y que en vez de quedarse con el dinero que ha ganado vendiéndolos, donó todo a organizaciones para ayudar a gente que lo necesitaba. Recordad que si es el hombre más feliz no lo es por tener muchas cosas, sino por estar contento con lo que tiene, mirar siempre el lado bueno de las cosas y pensar siempre en el bien de los demás. Recordad siempre que hacer un favor a alguien no hará solo más feliz a quien le haces el favor, ¡te hará más feliz a ti! Matthieu Ricard descubrió todo esto, y ahora vosotros también lo sabéis. Es uno de los mayores secretos de la vida que os he podido contar. Espero que os acordéis mucho tiempo de esto.
- No os dejéis influenciar por la mayoría. Tened siempre pensamiento y opinión propia. Acordaos de cuando os hacía escribir vuestra elección sobre algo en la parte de atrás de algún cuaderno antes de decirlo en alto para que no os copiárais unos a otros.
- Cometed algún error. Os he dicho muchas veces que es bueno de vez en cuando, pero siempre aprended de él y la próxima vez no tengáis ese error. Yo he cometido muchos errores pero sin ellos no habría llegado a ser la persona que soy ahora. Por eso estoy orgulloso de ellos.
- Acordaos siempre de mi palabra favorita: "empatía". Acordaos que no es solo ponerse en el lugar de los demás, es ser capaces de sentir lo que sienten los demás. Acordaos que no solo hay que tener empatía con las demás personas, también con los animales. Acordaos de que si le quitáis un ala a una mosca le duele.
- Cuando seáis algo más mayores, o puede que queráis hacerlo ahora, aprended más sobre nutrición, sobre la correcta alimentación, hace preguntas sobre qué es comer sano a vuestros familiares y futuros profesores. A veces tendréis algún problema causado por alguna comida y ni lo sabréis. Come sano y ya os he dicho que tendréis más posibilidades de vivir más. En el futuro leed textos sobre esto. Yo ya lo estoy haciendo.
- Si alguna vez estáis tristes, es normal, no es nada malo, todos hemos estado tristes alguna vez en la vida. No siempre van a pasar cosas buenas. Pero decid a alguien que estáis tristes, dejad que os ayuden y sabed que todo mejorará con el tiempo.
- En los estudios tened siempre mi frase favorita: "El trabajo duro gana al talento cuando el talento no trabaja duro". Como os dije, nunca os confiéis pensando que sois muy listos porque de nada servirá si no trabajáis duro y ponéis ganas. Y al revés funciona igual, os aseguro que, si ponéis ganas, seguís buenos consejos, hacéis siempre lo mejor posible los trabajos y estudiáis mucho, algún día recibiréis vuestra recompensa y adelantaréis a todas esas personas que no han sabido trabajar tan bien como vosotros.
- Intentad mejorar el control de vuestros sentimientos. Es algo que se aprende a hacer con el paso del tiempo. ¿Os acordáis de cuando os pusisteis a andar nada más nacer?. No. Y no os acordáis porque tardasteis cerca de un año en aprender a controlar vuestro cuerpo para poder andar.Con los sentimientos es igual: necesitan tiempo. Lo hemos hablado. Sentimientos como la ira es normal que no los controléis de vez en cuando, pero analizad la ira, y no os dejéis controlar por ella, y si os controla notad cómo cada vez os controla menos. Acordaos de mi amigo, aquel que estaba aprendiendo a controlar la ira. Y lo mismo para los otros sentimientos como la envidia, son ridículos (aprended a conformaros con lo que tenéis, no miréis lo que tienen los demás), el egoísmo (compartid cosas, de nada vale que os quedéis todo para vosotros), el miedo (el miedo no es malo del todo, pero no tengáis miedo a cualquier cosa que os cuenten, cada vez tened menos miedo de las cosas que os den miedo), la vergüenza (la primera vez que dí clase me dio vergüenza, pero es algo que si lo practicas, cada vez tendrás menos) o la inferioridad (no dejéis que nadie, ni tan siquiera un profesor, os diga que sois peores que otro, porque no lo sois, pero tampoco dejéis que os digan que sois mejores que otros. No seáis creídos tampoco. Buscad el equilibrio.
- Acordaos siempre de esta época tan diferente que estamos pasando y buscad el lado positivo que pueda tener en vuestras vidas, ya os dije que en el futuro seréis una generación que valorará muchísimo más la importancia de un abrazo, de poder pasear, ir a la playa, estar con amigos, estar con la familia, ir al colegio ...Es el mejor regalo que nos ha dado esta situación. ¡Aprovechadlo!
- Nunca dejéis de aprender.Yo tengo ahora treinta y tres años y todavía sigo aprendiendo cosas como si tuviera vuestra edad. Nunca llegaréis a saber todo, y si alguien os dice que sabe todo desconfiad de él porque os estará mintiendo.
- Intentad no mentir nunca, sed sinceros, salvo en casos excepcionales en los que una pequeña mentira pueda ser buena para alguna persona.
- Seguid siendo tan buenas personas como sois. Siempre haced amigos allá donde vayáis y compartid con ellos buenos momentos.